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domingo, 21 de marzo de 2010

Gotico Irlandes y Vampirismo

El bandido melancólico, la mansión prohibida y la heroína perseguida en la obra de Sheridan Le Fanu “Tío Silas” (1864) demuestra la influencia directa tanto de “El castillo de Otranto” de Horace Walpole como de “Los misterios de Udolpho” de Anne Radcliffe.

La colección de narrativa breve de Le Fanu “Oscuramente, en un vidrio” (1872) incluye el magnífico cuento de vampiros titulado “Carmilla”, que proporcionó sangre fresca a ese subgénero particular del Gótico que influenció la obra cumbre de Bram Stoker, “Drácula”(1897).

Según el crítico literario Terry Eagleton, Le Fanu –junto a su precursor Maturin y a su sucesor Stoker– dieron forma a un género secundario del Gótico irlandés, en cuyas historias los castillos se ubican en un paisaje estéril con la actuación de remotos aristócratas que dominan un paisanaje atávico, lo cual representa en forma alegórica el apuro político de Irlanda colonial sujeto a la predominancia protestante.

Este subgénero tuvo una fuerte influencia también en escritores más reconocidos como Charles Dickens, que leyó las novelas góticas de adolescente e incorporó su atmósfera melancólica y el melodrama en sus propios trabajos, trasladándolos a un contexto más moderno y a un ambiente urbano.

Su trabajo más evidentemente gótico es su novela tardía “El misterio de Edwin Drood” (1870). El humor y los temas de la novela gótica despertaron una fascinación particular entre los victorianos, con su obsesión mórbida por los rituales de luto, los recuerdos y la mortalidad en general.

Por otra parte, la década de 1880 vio renacer al gótico como un poderoso género literario aliado a la decadencia del fin de siglo. Los trabajos clásicos de este período incluyen los de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y de Sr. Hyde” (1886), “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde (1891), “Trilby” de George du Maurier (1894), “Otra vuelta de tuerca” de Henry James (1898) así como los relatos de Arthur Machen.

Pero el más famoso villano gótico se lo debemos a Bram Stoker: se trata del conde Drácula. Este escritor, además, estableció a Transilvania y a Europa del Este como el locus (lugar) clásico de la nueva ficción gótica.

En Estados Unidos, dos escritores notables de fines del siglo XIX también deben incluirse dentro de la tradición gótica. Ellos son Ambrose Bierce y Robert W. Chambers. Los relatos cortos de Bierce continúan la tradición pesimista de horror de Poe. Chambers, en cambio, se complace con el estilo decadente de Wilde y Machen (al punto de incluir un personaje llamado Wilde en su obra “El rey de amarillo”).

Por último, es necesario mencionar que los goticos victorianos ficcionalizaron los miedos o amenazas contemporáneos como la degeneración ética y cuestionaron las estructuras sociales de su época.

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