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domingo, 21 de marzo de 2010

Parodias del Gotico

Los excesos, los estereotipos y las absurdidades frecuentes del gótico tradicional allanaron el terreno para la sátira. La más famosa parodia del gótico es la obra de Jane Austen titulada “La abadía de Northanger” (1818), cuya ingenua protagonista, tras la lectura de demasiada ficción gótica, se cree la heroína de una novela de Anne Radcliffe e imagina asesinatos y villanías en todas partes, aunque la verdad resulta ser mucho más prosaica.

Esta novela de Jane Austen debe incluirse en una lista de tempranos trabajos dentro de la ficción gótica que se conocen como “Las novelas de horror de Northanger”: “El nigromante o, el cuento del bosque negro” (1794) de Ludwig Flammenberg (seudónimo de Carl Friedrich Kahlert); “Misterios horribles” (1796) del Marqués de Grosse; “El castillo de Wolfenbach” (1793) de Eliza Parsons; “La advertencia misteriosa, un cuento alemán” (1796) por Eliza Parsons; “Clermont” (1798) de Regina Maria Roche; “El huérfano del Rin” (1798) de Eleanor Sleath y “La campana de medianoche” (1798) de Franciso Lathom.

Estos libros, con sus títulos espeluznantes, son probables creaciones de Jane Austen, aunque la investigación posterior de Michael Sadleir y de Montague Summers confirma la existencia de tales escritores así como el interés renovado por el gótico. Todos estos títulos han sido recientemente publicados por la editorial Valancourt Press, en el año 2007.

Otro ejemplo de parodia gótica con un estilo similar es “La heroína” de Eaton Stannard Barrett (1813). La protagonista Cherry Wilkinson, que posee un bagaje de lecturas parecidas al caso mencionado previamente, también se cree heroína de una novela gótica.

De esta manera, ella percibe y modela la realidad según los estereotipos y las estructuras típicas del argumento de la novela gótica tradicional, llevando a una serie de acontecimientos absurdos que culminan en una catástrofe.

Tras la caída, sus fantasías se someten a la voz de la razón con la guía de Estuardo, una figura paternal bajo cuya dirección la protagonista recibe una educación y una sana corrección de sus creencias y gustos erróneos.

Gotico Irlandes y Vampirismo

El bandido melancólico, la mansión prohibida y la heroína perseguida en la obra de Sheridan Le Fanu “Tío Silas” (1864) demuestra la influencia directa tanto de “El castillo de Otranto” de Horace Walpole como de “Los misterios de Udolpho” de Anne Radcliffe.

La colección de narrativa breve de Le Fanu “Oscuramente, en un vidrio” (1872) incluye el magnífico cuento de vampiros titulado “Carmilla”, que proporcionó sangre fresca a ese subgénero particular del Gótico que influenció la obra cumbre de Bram Stoker, “Drácula”(1897).

Según el crítico literario Terry Eagleton, Le Fanu –junto a su precursor Maturin y a su sucesor Stoker– dieron forma a un género secundario del Gótico irlandés, en cuyas historias los castillos se ubican en un paisaje estéril con la actuación de remotos aristócratas que dominan un paisanaje atávico, lo cual representa en forma alegórica el apuro político de Irlanda colonial sujeto a la predominancia protestante.

Este subgénero tuvo una fuerte influencia también en escritores más reconocidos como Charles Dickens, que leyó las novelas góticas de adolescente e incorporó su atmósfera melancólica y el melodrama en sus propios trabajos, trasladándolos a un contexto más moderno y a un ambiente urbano.

Su trabajo más evidentemente gótico es su novela tardía “El misterio de Edwin Drood” (1870). El humor y los temas de la novela gótica despertaron una fascinación particular entre los victorianos, con su obsesión mórbida por los rituales de luto, los recuerdos y la mortalidad en general.

Por otra parte, la década de 1880 vio renacer al gótico como un poderoso género literario aliado a la decadencia del fin de siglo. Los trabajos clásicos de este período incluyen los de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y de Sr. Hyde” (1886), “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde (1891), “Trilby” de George du Maurier (1894), “Otra vuelta de tuerca” de Henry James (1898) así como los relatos de Arthur Machen.

Pero el más famoso villano gótico se lo debemos a Bram Stoker: se trata del conde Drácula. Este escritor, además, estableció a Transilvania y a Europa del Este como el locus (lugar) clásico de la nueva ficción gótica.

En Estados Unidos, dos escritores notables de fines del siglo XIX también deben incluirse dentro de la tradición gótica. Ellos son Ambrose Bierce y Robert W. Chambers. Los relatos cortos de Bierce continúan la tradición pesimista de horror de Poe. Chambers, en cambio, se complace con el estilo decadente de Wilde y Machen (al punto de incluir un personaje llamado Wilde en su obra “El rey de amarillo”).

Por último, es necesario mencionar que los goticos victorianos ficcionalizaron los miedos o amenazas contemporáneos como la degeneración ética y cuestionaron las estructuras sociales de su época.

El Gotico femenino

La célebre novela de Emily Brontë “Cumbres borrascosas”, escrita en 1847, transporta el gótico al prohibido Yorkshire Moors y ofrece apariciones fantasmales, así como un antihéroe byroniano encarnado en la persona del demoníaco Heathcliff, mientras que la obra de su hermana Charlotte, “Jane Eyre” –escrita en el mismo año– agrega el personaje de la loca en el tejado, otro arquetipo de la ficción gótica.

Cabe destacar que la ficción de las hermanas Brontë es considerada por algunos críticos feministas como ejemplos característicos del Gótico Femenino, porque exploran las trampas a las que se encontraban propensas las mujeres en el espacio doméstico así como su sujeción a la autoridad patriarcal. También, los peligrosos y transgresores intentos de derribar y escapar de tales restricciones masculinas.

La Jane Eyre de Charlotte, así como la Cathy de Emily, son ambos ejemplos de mujeres protagonistas “apresadas” dentro de su rol femenino.

La ficción gótica de Louisa May Alcott titulada “Una larga persecución fatal del amor” –escrita en 1866 pero publicada en 1995– es también un interesante especimen de este subgénero.

Por otra parte, los cuentos de Elizabeth Gaskell “La condena de los Griffiths” (1858), “La bruja Lois” y “La mujer gris” emplean uno de los temas más comunes de la ficción gótica: el poder de los pecados ancestrales en la condena de las futuras generaciones.

El Gotico Victoriano

Aunque se afirma a veces que el Gótico se consumó antes de la era victoriana para declinar más tarde ante la ficción de horror barata al estilo “Penny Blood” o “Penny dreadful” –ejemplificada por la novela en serie “Varney el vampiro”– en varios aspectos el gótico entró en su etapa más creativa durante la era victoriana, aunque es verdad que no fue el género literario dominante (de hecho, su popularidad había comenzado a mermar frente al éxito de la novela histórica).

Con frecuencia, los victorianos llamaron a sus novelas con el calificativo “gothick” para distinguirlas del auténtico “gothic”.Críticos influyentes como John Ruskin, lejos de denunciar su oscurantismo medieval, elogiaron la imaginación y la fantasía ejemplificadas por los escenarios de arquitectura gótica, que influenciaron a los pre-rafaelitas.

Lectores y críticos recientes también han comenzado a reconsiderar cierto número de ficciones antes subestimadas, consideradas de pésima calidad o directamente “terribles”, previamente pasadas por alto como las pertenecientes a la serie “Penny Blood” y “Penny dreadful”.

Autores como G.W.M. Reynolds fueron adquiriendo lentamente un lugar importante como testimonio del desarrollo urbano particular del gótico victoriano, un área dentro de la cual existen coincidencias interesantes con algunas lecturas de la obra de Dickens, entre otros escritores contemporáneos.

La relación formal entre estas ficciones –juzgadas habitualmente como insumo para audiencias de clase obrera– y las ficciones sensacionalistas incluidas en periódicos para la clase media constituyen documentos dignos para una investigación seria.

Un importante re-intérprete innovador del gótico, en este período, fue Edgar Allan Poe, quien creía que “el terror no es de Alemania, sino del alma”. Su narración “La caída de la casa de Usher” (1839) explora estos terrores espirituales a la vez que reelabora motivos góticos clásicos como la decadencia aristocrática, la muerte y la locura.

Por otra parte, la villanía legendaria de la Inquisición española, explorada previamente por Radcliffe, Lewis y Maturin, es retomada en “El hoyo y el péndulo” (1842). La influencia de Anne Radcliffe es también perceptible en “El retrato oval”, del mismo autor y de idéntico año, además de incluir una alusión en su homenaje, en el propio texto.

Finalmente, también la influencia del romanticismo byroniano es evidente en Poe, así como en la obra de las hermanas Brontë.

El Horror en los Románticos

Otras contribuciones al género gótico fueron proporcionadas por el trabajo de los poetas románticos. Los ejemplos fundamentales son Coleridge y Keats, en cuyas obras se incluyen misteriosas damas videntes, entre otros personajes de originalidad.

La poesía, las aventuras románticas y la personalidad de Lord Byron, caracterizados por el desprecio de su amada Caroline Lamb (para quien tales escritos eran “locos, malos y peligrosos de conocer”) fue otra inspiración para el horror gótico, proporcionando el arquetipo del héroe byroniano, especialmente en sus textos escritos bajo el seudónimo Lord Ruthven, en la novela gótica “Glenarvon”(1816).

Byron ofició también de anfitrión en la competencia de historias fantasmales celebrada junto a Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley y John William Polidori en la Villa Diodati, próxima al Lago Ginebra, en el verano de 1816. Esta ocasión resultó productiva para la creación de“Frankenstein” de Mary Shelley (1818) y “El Vampiro” de Polidori (1819).

Esta última historia revive a Lord Ruthven, pero esta vez como vampiro. Cabe destacar que la obra de Polidori ha sido considerada por el crítico cultural Christopher Frayling como uno de los trabajos más influyentes de la ficción de todos los tiempos, cuyo magisterio no ha cesado al día de hoy.

Por otra parte, la novela de Mary Shelley –aunque influenciada claramente por la tradición gótica– a menudo es considerada como la primera novela de ciencia ficción, a pesar de la omisión de cualquier explicación científica para informar acerca de la animación de monstruo.

Un último ejemplo de gótico tradicional es “Melmoth el vagabundo” (1820), escrito por Charles Robert Maturin, obra que combina temas del anticatolicismo con la presencia del héroe byroniano descastado y marginal.

Continuadores del Horror Gotico

La fruta predilecta dentro de la cosecha de “horrores continentales” fue Matthew Gregory Lewis, creador de una célebre obra espeluznante sobre el libertinaje monástico, la magia negra y los actos diabólicos que se titula “El monje” (1796).

Sin embargo, la novela de Lewis se puede leer como una parodia astuta e irónica de este género emergente. De hecho, resulta necesario destacar que la auto-parodia es un rasgo constitutivo de la literatura gótica desde sus inicios, a partir de la célebre novela de Horace Walpole.

La narración de Lewis aterró a algunos lectores contemporáneos; no obstante su representación de monjes depravados, inquisidores sádicos y monjas espectrales –así como su opinión calumniosa de la iglesia católica– , el anti-catolicismo fue un desarrollo importante dentro del género, que influenció a la escritora Anne Radcliffe en su última novela titulada “El italiano” (1797).

En este libro, los desgraciados protagonistas son atrapados en una red de engaños por un monje llamado Schedoni y arrastrados ante los tribunales de la Inquisición en Roma. La obra llevó a un crítico contemporáneo a comentar que si Radcliffe deseaba superar el horror de sus propias escenas debía visitar el mismo infierno.

También el Marqués de Sade utilizó un marco gótico para buena parte de su ficción. Lo llevó a cabo de manera notable en “Las desgracias de la Virtud” y en “Eugenie de Franval”, aunque el marqués mismo nunca pensó sus obras como parte del horror gótico.

Por el contrario, Sade criticó al género en el prefacio de sus “Reflexiones acerca de la novela” (1800), plenamente aceptadas en la actualidad. Allí expresa que el gótico es el producto inevitable del impacto revolucionario bajo el que resonaba Europa.

Esta correlación entre el movimiento revolucionario francés y el terror gótico, representada por la escritura de Radcliffe y Lewis, fue observado también por los críticos contemporáneos del género, como Wright (2007).

Finalmente, el Marqués de Sade consideraba “El Monje” como un texto superior al trabajo de Anne Radcliffe. Otros escritores notables dentro de la tradición continental incluyen a Jan Potocki (1761-1815) y a E.T.A. Hoffmann (1776-1822).

Novelas del estremecimiento

Entre otros varios elementos novedosos, la escritora inglesa Anne Radcliffe introdujo la figura del bandido gótico, que se convirtió en el héroe byroniano. Sus novelas –en especial, “Los misterios de Udolfo”– fueron bestsellers, pero subestimadas por la gente culta por considerarlas un entretenimiento comercial para divertir al público femenino, a pesar de la gran cantidad de seguidores y lectores masculinos.

Uno de los diálogos incluidos por Jane Austen en su novela “La abadía de Northanger”, escrita en 1798, alude a este tema. Su personaje Henry afirma que “Toda persona, sea caballero o dama, que no se otorgue el placer de una buena novela, debe ser intolerablente estúpida. Conozco la obra completa de la señora Radcliffe, la mayoría de cuyos textos leí con enorme placer. Cuando comencé a leer “Los misterios de Udolfo” no pude interrumpir su lectura. Recuerdo haber terminado el libro en dos dos días”. Y su interlocutora, Catherine, le responde “Estoy muy contenta de escucharlo y ahora nunca me avergonzaré de reconocer que Udolfo también me place”.

Pero además, Anne Radcliffe proporcionó una estética de la cortesía para el género, tal como explica en su influyente artículo teórico titulado “Acerca de lo sobrenatural en la poesía” publicado en La Nueva Revista Mensual 7, del año 1826, al analizar la distinción y correlación existente entre el horror y el terror en la ficción gótica.

Contemporáneamente al gótico inglés, los movimientos literarios románticos de la Europa continental forjaron la “novela negra” (the black novel) en Francia. Sus principales exponentes fueron François Guillermo Ducray-Duminil, Gastón Leroux, Baculard d' Arnaldo, y Stéphanie Félicité Ducrest de St-Albin, señora de Genlis y de la Schauerroman (o novela del estremecimiento).

Por otra parte, en Alemania destacaron escritores como Friedrich Schiller (autor de “El Fantasma-Adivino”, publicada en 1789) y Christian Heinrich Spiess. Estas obras resultaron incluso más violentas y aterrorizadoras que la novela gótica inglesa.

Vocablo Gotico


El vocablo “gótico” comenzó a ser aplicado al género literario porque éste desarrolló motivos donde se manifestaron extremos emocionales o temas oscuros y porque encontró su correspondencia en edificios de ese estilo, donde se ambientaban las tramas, tales como castillos, mansiones y monasterios, frecuentemente remotos y devastados, en ruinas.

Fue la fascinación por este tipo de arquitectura, arte, poesía e incluso jardinería ornamental la que inspiró las primeras creaciones de los novelistas góticos.

Por ejemplo, Horace Walpole –cuya obra “El castillo de Otranto” (1764) es con frecuencia considerada la primera auténtica novela gótica– estaba obsesionado con la arquitectura gótica medieval, e incluso construyó su propia casa, llamada Strawberry Hill (Colina de Fresa), reviviendo el estilo gótico.

Su objetivo explícito era combinar elementos del romance medieval, que juzgaba muy fantasioso e imaginativo, con la novela moderna, que en su opinión era excesivamente realista.

El esquema básico de sus argumentos novelescos incluía un misterio amenazante, una maldición ancestral, la presencia de pasajes ocultos y de heroínas desfallecientes.

La primera edición de su obra fue publicitada como un verdadero romance medieval italiano, descubierto y reeditado por un traductor ficticio. Pero cuando Walpole admitió su autoría en la segunda edición, la recepción originalmente favorable se convirtió en rechazo automático por parte de las casas editoriales.

La presencia de elementos supersticiosos, sin intención didáctica, fue interpretada como un gesto inadmisible dentro de la producción moderna, contraria a los principios del Iluminismo.

Más tarde la escritora Clara Reeve, más conocida por su obra “El viejo barón inglés”, tomó el esquema argumental de Walpole y lo adaptó a la demanda de su época, equilibrando la presencia de elementos fantásticos con el realismo del siglo XVIII.

Sin embargo, la inquietud que se desató fue si los acontecimientos sobrenaturales que no eran tan evidentemente absurdos como en la obra de Walpole llevarían a las mentes más simples a creerlos posibles. La técnica empleada por la escritora Ana Radcliffe, en cuyas obras cada elemento aparentemente sobrenatural resulta finalmente explicado por causas naturales, fue aceptada por los revisores literarios de las editoriales inglesas de la época.

Radcliffe hizo socialmente aceptable al “nuevo gótico”, lo cual resultó irónicamente seguido por una rápida degradación del renombre del género. Su éxito atrajo a muchos imitadores de baja calidad, que pronto llevaron a forjar la opinión general del género como productor de una literatura inferior, formulista y estereotipada.

Ficcion Gotica

La ficción gótica es conocida también como “horror gótico” y se trata de un género literario que combina elementos del horror y del romance. Como tal, se cree que ha nacido de la pluma del escritor inglés Horace Walpole, autor de la novela “El castillo de Otranto”, que data de 1764.

El efecto de la ficción gótica deriva de una clase de miedo que podría caracterizarse como “terror agradable”, una proyección de los placeres esencialmente románticos relacionados con la época en que está contextualizada la novela de Walpole.

El melodrama y la parodia –incluyendo la autoparodia– fueron otras características, durante muchos años, del gótico iniciado por Walpole. Cabe destacar que la literatura gótica se asocia íntimamente con el resurgimiento de la arquitectura de la misma época.

De forma similar a la revitalización del estilo gótico en las artes plásticas –que incluyeron el rechazo de la claridad y del racionalismo aportados por la tendencia neoclásica del Iluminismo–, el gótico literario incorpora su aprecio por los sentimientos de emoción extrema, una combinación del terror con lo sublime.

Por otra parte, las ruinas de edificios góticos dieron lugar a múltiples emociones ligadas al decaimiento y derrumbamiento inevitable de las creaciones humanas, lo cual llevó a agregar “ruinas falsas” a numerosos parques y paisajes anglosajones.

Los protestantes ingleses asociaron a menudo los edificios medievales con aquello que creían oscuro y terrorífico, caracterizado por rígidas leyes que incluían la tortura, los rituales misteriosos, fantásticos y supersticiosos. En literatura, este anticatolicismo tuvo anclaje en Europa a través de los excesos católicos de la Inquisición en países meridionales como España e Italia.

Los rasgos privilegiados por la ficción gótica son el terror –tanto psicológico como físico–, el misterio, lo sobrenatural, los fantasmas, las casas encantadas de arquitectura gótica, los castillos, la oscuridad, la muerte, la locura, los secretos y las maldiciones hereditarias.

Por otra parte, los personajes comunes de la ficción gótica incluyen tiranos, bandidos, maníacos, héroes byronianos, doncellas perseguidas, mujeres fatales, locas, vampiros, magos, hombres-lobo, monstruos, demonios, vengadores, fantasmas, esqueletos ambulantes, judíos errantes y el propio Diablo.

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