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domingo, 21 de marzo de 2010

El Gotico Victoriano

Aunque se afirma a veces que el Gótico se consumó antes de la era victoriana para declinar más tarde ante la ficción de horror barata al estilo “Penny Blood” o “Penny dreadful” –ejemplificada por la novela en serie “Varney el vampiro”– en varios aspectos el gótico entró en su etapa más creativa durante la era victoriana, aunque es verdad que no fue el género literario dominante (de hecho, su popularidad había comenzado a mermar frente al éxito de la novela histórica).

Con frecuencia, los victorianos llamaron a sus novelas con el calificativo “gothick” para distinguirlas del auténtico “gothic”.Críticos influyentes como John Ruskin, lejos de denunciar su oscurantismo medieval, elogiaron la imaginación y la fantasía ejemplificadas por los escenarios de arquitectura gótica, que influenciaron a los pre-rafaelitas.

Lectores y críticos recientes también han comenzado a reconsiderar cierto número de ficciones antes subestimadas, consideradas de pésima calidad o directamente “terribles”, previamente pasadas por alto como las pertenecientes a la serie “Penny Blood” y “Penny dreadful”.

Autores como G.W.M. Reynolds fueron adquiriendo lentamente un lugar importante como testimonio del desarrollo urbano particular del gótico victoriano, un área dentro de la cual existen coincidencias interesantes con algunas lecturas de la obra de Dickens, entre otros escritores contemporáneos.

La relación formal entre estas ficciones –juzgadas habitualmente como insumo para audiencias de clase obrera– y las ficciones sensacionalistas incluidas en periódicos para la clase media constituyen documentos dignos para una investigación seria.

Un importante re-intérprete innovador del gótico, en este período, fue Edgar Allan Poe, quien creía que “el terror no es de Alemania, sino del alma”. Su narración “La caída de la casa de Usher” (1839) explora estos terrores espirituales a la vez que reelabora motivos góticos clásicos como la decadencia aristocrática, la muerte y la locura.

Por otra parte, la villanía legendaria de la Inquisición española, explorada previamente por Radcliffe, Lewis y Maturin, es retomada en “El hoyo y el péndulo” (1842). La influencia de Anne Radcliffe es también perceptible en “El retrato oval”, del mismo autor y de idéntico año, además de incluir una alusión en su homenaje, en el propio texto.

Finalmente, también la influencia del romanticismo byroniano es evidente en Poe, así como en la obra de las hermanas Brontë.

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